¿Qué piensan los perros?

¿Cómo ve el mundo? ¿Qué le dicen sus sentidos? ¿Por qué es tan sensible a las emociones de su amo? Una psicóloga se hizo estas preguntas y se puso a investigar a estos «oportunistas manipuladores» que, no obstante, pueden hasta salvarnos la vida al detectarnos precozmente un tumor. Estas son sus fascinantes conclusiones.



Pero, antes de introducirnos en su mente, conviene saber cómo se «fabrica» un perro. Para ello bastan unos pocos ingredientes. Necesitaremos lobos, humanos, interacción y tolerancia mutua. Se mezcla todo y se espera... unos doce mil años (más de 30.000 según recientes descubrimientos). Llevan más de 30.000 años observándonos,¿ los miramos nosotros?


El perro comparte el 99,6 por ciento de su ADN con el lobo. Las comunidades humanas prehistóricas producían gran cantidad de residuos. Los lobos descubrieron esta fuente de alimento. Con el tiempo, los humanos tomaron algunos lobeznos como mascotas. Pero la idea de que los perros nos toman por su manada es errónea, advierte Horowitz. «El lenguaje que emplean muchos adiestradores -macho alfa, dominio, sumisión- reduce el tipo de comprensión que podemos tener de los perros, cuya relación es menos jerárquica de lo que se creía. Atienden nuestras órdenes porque somos proveedores de comida, no porque seamos alfa. Los perros son oportunistas sociales. Para ellos, los humanos somos una herramienta multiusos que les resuelve muchos problemas: les damos cobijo, alimento y compañía. Y saben cómo manipularnos para conseguir lo que quieren.» El perro es una subespecie del lobo, Canis Lupus Familiaris, eso no quieres decir que sea un lobo. Se puedes afirmar que el adiestramiento como ciencia conductual (Skinner) empieza recientemente desde estos descubrimientos: dominancia, jerarquía, alfas y betas, son conceptos que nacen de la observación de las manadas de lobos. Ahora observamos y estudiamos a los perros en si mismos pero sin perder la perpectiva de sus orígenes.


Los perros nos miran a los ojos. Nos inspeccionan en busca de información con descaro. Los lobos, sin embargo, evitan el contacto visual; lo consideran una amenaza. La capacidad del perro de buscarnos la mirada fue uno de los primeros pasos en su domesticación: escogimos a quienes nos miraban. Luego empezamos a diseñarlos. Los perros originales eran chuchos mestizos. Pero muchos de los canes actuales son el resultado de cientos de años de cría dirigida. O quizás fueron ellos quienes nos escogieron a nosotros... una de las teorías de como se incia la domesticación dice que algunos lobos se acercaron a los asentamientos humanos porque obtenían comida con relativa facilidad, luego los humanos nos percatamos que nos podían sevir para algunas utilidades, caza, protección de ganado, transporte, compañía..., y empezó la historia de esta cooperación.


Existen unas 150 variedades. Quien busque un perro con pedigrí se encontrará con un listado similar al de las prestaciones de un coche, pero los perros de pura raza son más susceptibles a enfermedades hereditarias, como displasia, dolencias cardiacas o narcolepsia. Es el precio que hay que pagar por un patrimonio genético cerrado. Los perros callejeros son más sanos, más adaptables y menos maniáticos. En cuanto a la agresividad, es relativa. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, el pastor alemán encabezaba la lista de perros agresivos; hace años se denostaba a los rottweiler y los dóberman; hoy, la bestia negra es el pitbull. Todos somos agresivos, los humanos estamos en la cima de la evolución entre otras cosas por nuestra agresividad, los estudios más recientes al respecto dicen que no hay perros agresivos, clasificados por razas, sino dueños irresponsables. Adecuada socialización, acudir a un profesional (adiestrador, etólogo o educador) desde el principio de nuestra convivencia con un perro, seguro que solucionaría esta terrible historia de mordidas a humanos y muertes. Difundir la cultura del perro ("Choque de culturas que diría Jean Donalson") en especial entre los niños en la escuelas es uno de los pilares para construir una cooperación adecuada con esta parte de nuestras familias.

«Su clasificación tiene que ver más con la percepción pública que con su naturaleza -matiza Horowitz-. Cualquier perro puede ser peligroso si su dueño es un insensato. En investigaciones recientes se ha descubierto que el teckel es el más agresivo. Pero es muy fácil meter a este perrito gruñón en una bolsa y llevarlo a donde se quiera.»


Para los perros, los humanos somos el olor que despedimos. Cualquier prenda es un hediondo tesoro. Ni siquiera es necesario que toquemos los objetos para que huelan a nosotros. Por nuestros efluvios, el perro sabe si hemos comido un bocadillo, practicado el sexo o corrido un par de kilómetros. Es capaz de olernos la ansiedad, la tristeza o el miedo. «Las emociones huelen porque conllevan cambios fisiológicos y metabólicos, sudoración, alteraciones del ritmo cardiaco y glandulares. Los canes que conviven con personas epilépticas saben prever los ataques de esta enfermedad. Y se está adiestrando a perros para que reconozcan los olores bioquímicos que desprenden los tejidos cancerosos. Se ha demostrado que detectan con una tasa de acierto superior al 95 por ciento los cánceres de mama, colon, pulmón y melanomas.»


Los perros también distinguen los cambios de tono en el habla humana si se trata de una orden o de una súplica. Y son capaces de identificar decenas de palabras: un total de 1.022, en el caso de Chaser, un border collie cuya habilidad está siendo estudiada para entender los mecanismos neuronales gracias a los cuales los bebés adquieren el lenguaje. Algunos científicos comparan la edad mental de un perro espabilado con la de un bebé de tres años. Son muy gestuales en el sentido que perciben nuestros gestos con gran intensidad.


También pueden desenmascarar las malas intenciones. «Son sensibles a los cambios de olores que se producen con el estrés, también notan la tensión de los músculos y cuando se acelera el ritmo respiratorio. En realidad, algo similar a un detector de mentiras. Además, las personas de poco fiar suelen mirar furtivamente. Los perros notan esa mirada», asegura la psicóloga. Pero si ve un arma, el perro no se siente tan amenazado como interesado por saber si le cabe en la boca. Un estudio demuestra que existe una correlación entre los niveles de testosterona en los hombres y los de cortisol en los perros. El cortisol es la hormona del estrés. A más testosterona del dueño, más estrés de su perro. Por el contrario, si la convivencia entre ambos es buena, el beneficio es mutuo: en los humanos suben las endorfinas (placer), la oxitocina y la prolactina (sociabilidad), por lo que se reduce el riesgo de depresión; en los canes se ralentiza el ritmo cardiaco.


Los perros, a su vez, experimentan el día con gran intensidad. Nosotros somos su principal fuente de información sobre el tiempo: les organizamos la jornada ajustándola a la nuestra y los rodeamos de rituales. Pero, además de estas pistas, llevan un marcapasos cerebral situado en el hipotálamo llamado «núcleo supraquiasmático», que les sirve de reloj, y tienen otros mecanismos muy sutiles. El aire de una habitación indica en qué punto del día nos encontramos. Nosotros no lo percibimos, pero existen microdesplazamientos de aire caliente que se forman al acabar el día y que se deslizan de las paredes hacia el techo





«Los perros perciben muchos más detalles que nosotros, pero carecen de visión de conjunto. Aprenden, pero no saben generalizar. Experimentan, pero no examinan sus propias experiencias. Piensan, pero no consultan sus propios pensamientos», explica Horowitz. «También perciben cuándo están en peligro ellos o sus dueños. Pero al mismo tiempo son capaces de sobreponerse a su instinto de conservación para salvar a otro perro o persona. Y sienten angustia. Experimentan el abandono y la soledad de un modo intensísimo. Finalmente, tienen una conciencia intuitiva de su propia mortalidad. Cuando se están muriendo, hacen grandes esfuerzos para alejarse de su familia, canina o humana, y retirarse a un lugar apacible.»

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Increíble. Hacía tiempo que no leía un artículo tan interesante como el tuyo.

Anónimo dijo...

Maravilloso trabajo científico. Ahora sé más sobre esos maravillosos animales de los que deberíamos aprender más de una actitud. Acabo de adoptar a una perrita que intuyo fue maltratada pues está muy asustada ...aunque cuando la dejo sola en casa me destroza la casa (tiene preferencia por los cojines ) .Y no le puedo reñir porque se asusta muchísimo ...un etólogo me vendría muy bien .